Adaptado del eBook Politica, Cultura y Sociedad en la España Contemporánea de Inma Raneda-Cuartero según las normas del Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License.
Después de leer este capítulo, podrás comprender:
- Algunos conceptos como, nacionalismos, patriotismo, populismo
- Por qué se da en España un nacionalismo regional más que en otros países
- Cuáles son algunos de los factores geográficos, históricos, y culturales del nacionalismo periférico
- Cuáles son las nacionalidades históricas de España.
Preguntas para pensar sobre este tema:
|
¿Qué es el nacionalismo?
El nacionalismo, de origen cultural y lingüístico, se desarrolló en Europa durante el siglo XIX (19). Como movimiento político pretende conseguir que naciones separadas se unifiquen en un solo Estado, o bien, que naciones oprimidas en imperios o Estados multinacionales consigan su independencia y se conviertan en estados-nación. En la raíz del nacionalismo está el concepto de nación: un grupo de personas que nacen o viven en un territorio, con unos elementos comunes que configuran su identidad colectiva, tales como lengua, historia, costumbres, tradiciones y, en el siglo XIX, etnia, raza y religión. Toda nación tiende a poseer su propia organización política o Estado.
Los nacionalismos en España no son nada nuevo. Estos pensamientos políticos se remontan al menos al siglo XIX. Su ideología gira en torno a la conciencia colectiva de que los habitantes de una región comparten unas características y peculiaridades propias (históricas, lingüísticas o étnicas), que los diferencian del resto de España. Algunas de sus aspiraciones políticas son convertirse en una nación independiente, o simplemente conseguir un nivel de autogobierno lo más elevado posible dentro de un Estado.
Europa nunca ha carecido de movimientos de secesión e independencia, pero en los últimos años parecen haber tomado una particular fuerza, especialmente en algunos países.
¿Por qué teme España por su integridad territorial?
A la mayoría de los extranjeros les llama la atención la lealtad que sienten los españoles por su región, más incluso que por España. Todo parece indicar que algunos españoles se sienten más catalanes o vascos que españoles. A diferencia de algunos otros compatriotas europeos, los españoles suelen poner el sentimiento hacia su región por delante de su sentimiento hacia España. Podemos decir que existe un fuerte ‘nacionalismo periférico’ o subestatal en contraposición al nacionalismo español. Dado que en el pasado reciente lo que ha habido ha sido un nacionalismo. Una pregunta recurrente que muchos se hacen, tanto en España como fuera de ella es: ¿por qué en algunas regiones como País Vasco y Cataluña los líderes políticos nacionalistas sueñan con un Estado propio?
Podríamos decir que el caso español es un ejemplo más de la forma en que las identidades nacionales o regionales se están redefiniendo en un mundo que afronta retos y problemas tan radicalmente nuevos como la globalización, cultural y económica, las oleadas migratorias y la ‘guerra de civilizaciones’. Estos desafíos han alterado la conceptualización clásica del nacionalismo tanto dentro como fuera de España. Y, como menciona el historiador Nuñez-Seixas: [B]uena parte de los nacionalistas sin Estado comparten una suerte de visión agónica de sus identidades nacionales, de sus idiomas y sus culturas minoritarias, mutiladas por un pasado de hegemonía de los Estados nacionales y los nacionalismos de Estado, y en el presente por los cambios sociales y culturales introducidos por el creciente proceso de globalización, además de por la inmigración extraeuropea.
[S]on precisamente esos nuevos desafíos, como la mundialización de la economía y la inmigración, pero también la conciencia creciente de la necesidad de protección del medio ambiente, los que operan como estímulos que llevan a revalorizar por parte de las élites nacionalistas las herramientas, o al menos algunos de los resortes institucionales, que un Estado-nación puede tener a su disposición para poner en práctica políticas eficaces en ese sentido: los Estados siguen siendo contemplados como instrumentos perfectamente eficientes para dotar de marcos de convivencia a los ciudadanos, y de ámbitos de soberanía en los que se pueden arbitrar soluciones prácticas a esas cuestiones, vistas como una amenaza a su supervivencia como naciones, siempre aquejada de debilidad por carecer de Estado.
¿Por qué este afecto por la región antes que por el país?
Dado que no es un tema simple sino más bien complejo, para explicar este fenómeno hay que tener en cuenta varias razones que podríamos resumirlas en factores geográficos, históricos y culturales.
Factores geográficos
La geografía de España no ha favorecido mucho su unidad. España es un país relativamente grande y con núcleos de población muy dispersos en los que, por muchos siglos y años, la comunicación ha sido difícil y prácticamente inexistente y donde hasta bien entrado el siglo XX las comunicaciones por carretera no eran muy buenas. Todo esto ha dado lugar a cierto aislamiento de algunas poblaciones.
La meseta española es una sucesión de cadenas montañosas, que ha sido un obstáculo para la comunicación entre los pueblos. Estas cordilleras de montaña han servido de murallas que han dividido a sus gentes en pueblos distintos, donde se han desarrollado costumbres, culturas y lenguas distintas.
Factores históricos
Pero ha sido sin duda la excepcionalidad de la historia de España la que ha asegurado su división. Como la mayoría de los pueblos mediterráneos, a lo largo de su historia antigua la Península Ibérica recibió la visita de muchos pueblos: fenicios, griegos, romanos, y visigodos. Estos últimos mantuvieron cierta unidad en la península y, con el tiempo, se desarrollaría un idioma, proveniente del latín, y una forma o modo de vida común y una religión que le dio a la península cierto sentido de identidad nacional.
Sin embargo, el destino de la Península Ibérica se decidía a más de 5.000 kilómetros de distancia. En el año 711, un ejército de árabes y bereberes al mando de Tarik invadió la Península Ibérica aprovechando las luchas internas que existían entre los visigodos y, poco a poco, consiguieron ocupar casi toda la Península. Sólo los territorios situados al norte, en la cordillera Cantábrica se mantuvieron bajo el dominio cristiano. Esta invasión musulmana rompió la precaria unidad que habían impuesto los visigodos en los últimos años.
A raíz de la invasión musulmana, se crearon varios reinos y condados, todos ellos cristianos: Reino Asturleonés, Reino de Castilla, Reino de Navarra, Reino de Aragón, Condados Catalanes y Reino de Portugal. El resto de la Península Ibérica quedó bajo dominio musulmán, Al-Andalus.
La llegada de los musulmanes puso fin a las esperanzas de una unificación lingüística. Se originaron cinco lenguas nuevas: gallego, bable, castellano, aragonés y catalán. En el sur de la península donde vivían los cristianos bajo el dominio musulmán, surgió otra lengua, el mozárabe. Todas estas lenguas constituyen un rico legado, pero también una fuente de conflictos continuos.